17 enero 2017

Parque del Retiro


Palacio de Cristal

  Poco puedo aportar a este famoso parque madrileño, ni en texto ni en imágenes, de lo ya escrito y fotografiado, pero como he decido publicar una entrada con este título, algo tendré que inventar, sobre todo en cuanto al texto, porque las imágenes son las que son, las que seguramente habrán visto mil veces y, como mi capacidad creativa es limitada y no tengo dron que me acompañe, me tengo que conformar con lo que uno de mis ojos, mi dedo índice de la mano derecha y mi pequeña Lumix que siempre llevo en el bolsillo, les dé por hacer.
Fuente del Ángel Caído

  Viendo este jardín, jardín perteneciente a un palacio que se hizo construir Felipe IV, el Palacio del Buen Retiro y del que creo que solo quedan un par de edificios, no es de extrañar la cantidad de hijos, más de cuarenta entre legítimos y bastardos, que tuvo este promiscuo Rey, promiscuidad “supuestamente” heredada y puesta en práctica, by the face, más adelante por algún que otro monarca actual y aunque de diferente linaje, no por ello desemparentados.

  Tener un jardín bonito siempre es motivo de placer. Antaño, imagino, entre tanto ropaje y tan poco baño, los efluvios corporales debían de ser tremendos y nada mejor que rodearse de jazmín, lilas, rosas y demás flores y plantas olorosas, para que el acto amoroso se convirtiera en gozo y no en cruzada. Y aunque imagino, y ya van dos imaginaciones en un mismo párrafo, que no engendró a todos sus vástagos en dicho espacio, sí pienso que el entorno ayudaría a despertar las ansias amorosas de tan fértil Rey, y a las damas sucumbir a sus encantos, a los encantos del jardín, no del Rey. Un Rey, por otra parte, amante del arte, amante del sexo y no sé si también amante del amor, de la guerra sí, y creo que la mayoría las perdió.

Monumento a Alfonso XII (cuando terminen las obras cambio la imagen)
  También he de suponer, por no emplear de nuevo la palabra imaginar, que el Rey que nos ocupa en esta historia, pensara en la creación de este parque para el uso y disfrute de su innumerable prole, y que asesorado por su principal influencer de la época, el conde-duque de Olivares, creara esta zona para evitar el escándalo de tanto niño suelto por palacio. Espacio suficiente donde jugar sin molestar, espacio suficiente para ni ser vistos ni oídos.

  
  El Parque del Retiro fue abierto al público en general y a los madrileños en particular en 1767, cuando los hijos, y los hijos de los nietos del monarca en cuestión, se hartaron ya de jugar en él. Y como no podía ser de otra manera, el encargado de tal apertura fue Carlos III, como quien dice, el mejor Alcalde el Rey, con permiso del profesor Tierno Galván, por supuesto.
Detalle de la fuente de las Ninfas

  Hoy este espacio sigue ocupado por niños, no sé si descendientes del Rey o no. Ocupado por música, títeres, esculturas vivas y de piedra, fuentes, palacios de cristal y de ladrillo. Kioscos fríos que sirven cerveza caliente y paellas de plástico. En junio la Feria del Libro. Jardineros, policía, en coche, a pie y a caballo, papeleras y aseos públicos. Paseos, farolas, bancos, árboles, ardillas, estanques, cisnes, patos y perros. El Bosque del Recuerdo. Espacio que hoy también ocupan andantes, remeros, ciclistas, patinadores y, sobre todo, selfies, muchos selfies.

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