13 febrero 2017

Plaza de Oriente

  Si son ustedes republicanos auténticos no se acerquen por esta plaza, aquí todo huele a realeza, bueno, mejor dicho olía a realeza hasta que, a partir de 1939, empezó a oler a podrido, después, sobre 1975, el olor se fue moderando y ahora huele, pues no sé exactamente a qué huele…En cualquier caso, siempre olía a Poder, ahora ya no, ahora el Poder está en las entidades financieras y aquí no hay ninguna, por lo que tendremos que ir a sublevarnos a otro lugar. Como decía Foucault, siempre hay que rebelarse contra el Poder, y no quiero entrar en discusión sobre la diferencia entre sublevación y rebelión, pero evidentemente siempre hay que estar haciendo algo contra el Poder, aunque solo sea vigilarlo.  

  Volviendo al olor, que no fragancia, monárquico de esta plaza, podemos ver allí el Palacio Real y el Teatro Real, claro, todo Real, edificios que merecen mención aparte y que presiden la plaza. En el centro, la estatua ecuestre de Felipe IV, realizada por Pietro Tacca con la inestimable colaboración de Galileo Galilei para dar estabilidad a la pieza. Alrededor, además de unas cuantas cafeterías, con nombre también Real, por supuesto, una colección de estatuas de una veintena de los más antiguos reyes españoles, incluidos cinco visigodos, todo ello en un entorno ajardinado y abierto. 

  Como verán, todo un acontecimiento pasear por allí, todo pulcro e inmaculado, una maravilla que podemos disfrutar hoy. Lo que no sé, es lo que pensarían a los que les tiraron las casas, allá por el siglo XIX, para hacer esta plaza, ni siquiera sé si se sublevaron o se rebelaron, o simplemente asistieron callados y sumisos ante aquel derribo.

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