Esta plaza está en pleno barrio de Chamberí, para mí el
mejor barrio de Madrid, por muchos motivos que no explicaré aquí y ahora. La
plaza lo tiene todo, no en muy amplias dimensiones, pero tiene espacios para
todos los gustos, te puedes tomar unas cañas y unas raciones en cualquiera de
sus innumerables terrazas mientras ves a tu crio jugar en el miniparque, al
abuelo hacerse unos ejercicios de tabla y al perro darse un par de alegrías,
todo un completo y de un solo vistazo y sin hablar de todas las calles y
locales que hay cerca de la plaza, que también merecerían un comentario, pero
eso será en otro momento.
Una mañana, sentado en la terraza de uno de sus bares con mi
amigo Tomás, nos pasó un hecho curioso. Habíamos pedido unos dobles de cerveza y unos pinchos de tortilla con pimientos, lo extraño fue que nos trajeron
primero las raciones y no las cervezas, cosa que no es nada normal,
porque suele ser al contrario, primero te traen las cervezas y casi a la
segunda ronda las raciones, puro negocio vamos, pero esta vez no fue así.
En
nuestra mesa los pinchos de tortilla con sus pimientos y nada de beber, se acercan dos chicas, que con la excusa de
que no había ninguna mesa libre nos preguntan si se podían sentar con nosotros e invitarlas a tomar algo, yo, que entre que
soy un poco caballero y que las chicas eran una auténtica preciosidad,
rápidamente iba a decir que por supuesto sería un placer invitarlas, pero mi
amigo Tomás, mucho más hábil en estas artes, se anticipó y dijo una frase que
me dejó perplejo, pero que tuvo un gran efecto. Les dijo, y cito palabras
textuales, “como podéis ver, en nuestra mesa sólo hay papeo porque no tenemos
pasta para la priva, si queréis compartir las tortillas bien, si no, vosotras
mismas”. Las chicas se lo pensaron un segundo, pero les debimos parecer
graciosos y se sentaron con nosotros, diciendo que las cervezas ya las pagaban ellas. Lo
que pasó después... eso es otra historia.
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