Aquí tenemos la Plaza de Tirso de Molina, una plaza bien
diferenciada en dos partes, por un lado, un colorido mini mercado de flores y
por el otro al bueno de Tirso, triste y aislado encima de su pedestal.
Esta plaza es una de las fronteras del barrio de Lavapiés,
un barrio lleno de historia y de abandono, un barrio que aparecía en las guías,
que algunas universidades norteamericanas daban a sus alumnos, estudiando
temporalmente en Madrid, como un barrio totalmente inseguro y peligroso, y como
contrapartida, les recomendaba visitar un restaurante chino, que creo que
estaba en la calle Jesús y María, que era un auténtico desastre.
Volviendo
a la plaza, ahí está el bueno de Tirso sustituyendo en su pedestal a Juan
Álvarez Mendizábal, antiguo inquilino del pedestal y de la plaza, de anterior
nombre Plaza del Progreso. La idea del cambio fue de la desagradable dictadura
franquista que tuvimos por aquí durante más cuarenta años, a nadie consultaron,
lo realizaron en un pispás, como tantas otras cosas mucho más graves que hicieron,
sin miramiento, sin ningún tipo de vergüenza
y con total impunidad y alevosía. Hoy llevamos más de treinta años intentando
cambiar simbología franquista y reparar todos los males en que incurrieron él y
toda su banda, y parece que todavía tenemos miedo y hay que pedir permiso para
hacerlo, vaya panda de inútiles que somos.
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