Realmente no quiero hablar de la Plaza de Castilla, final
del Paseo de la Castellana y salida norte de Madrid, tampoco quiero hablar del
arquitecto que construyó un palitroque (obelisco creo que es la palabra
correcta) dorado que no aparece en la
fotografía por dar hasta vergüenza, ni del coste que supuso para los madrileños,
y mucho menos voy a opinar de su estética, pero como dato, decir que los
juzgados de instrucción nº1 están en esta misma plaza y donde perfectamente
podían haber acabado arquitecto, palitroque
e impulsores de tal proyecto.
De lo que realmente quiero hablar es del destrozo que
provocó, no sólo en Madrid, sino en España entera también, una entidad ubicada
en esta plaza de la cual no diré el nombre porque es totalmente innecesario y
bien visible está.
El destrozo que provocó esta institución me recuerda a una
película cuyo título no sé muy bien cuál es, en la que cuatro tipos estaban
comiendo en un restaurante tomándose un centollo cada uno, caviar, dos docenas
de ostras y otra de langostinos de Vinaròs para compartir, después arroz con
bogavante de unos dos kilos, todo ello regado con varias botellas de champagne
Krug en la comida y otras tantas de whisky Ardbeg para después del café. Terminada la comida
se fueron sin pagar, no sin antes robar a todos los que estaban allí y la
recaudación del restaurante. Cuando llegó la policía y el juez, tomaron una
decisión sorprendente, decidieron que la
comida de estos cuatro y lo que habían robado al restaurante, debían pagarlo
todos los que se encontraban comiendo allí. Días más tarde se supo que los cuatro
delincuentes eran los dueños del restaurante, pero como ya se había dictado
sentencia no pasó nada, es más, al correrse la voz de lo que allí había
ocurrido, los dueños de otros cuantos restaurantes utilizaron el mismo sistema
con el mismo éxito constatado.
Nota:
Ahora que lo pienso bien, no sé si esto pasó realmente en una película o no.
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