A ¿nuestro? más insigne descubridor le honramos con una
plaza en la que, una vez más, el cemento es el protagonista, pero esta vez, con
más cachondeo aún, añadimos a la plaza un lugar denominado los Jardines del
Descubrimiento y la verdad es que hay que echarle imaginación, por no decir
otra cosa, para llamar Jardín al espacio que quedaría a la derecha de la
fotografía y que no sale en ella por vergüenza. Vayan ustedes allí y
“descubran” lo que para los madrileños es un jardín, una auténtica pena.
La Plaza de Colón, un lugar que debería de ser “cruce de
caminos y crisol de razas”, jaja, se convierte diariamente en tremendo atasco,
propiciado por las confluencias y salidas de las calles Génova, Goya, Serrano y
Jorge Juan, y los paseos de Recoletos y La Castellana, por lo que pasear por
allí no es nada aconsejable, a no ser que se dirijan al Centro de Arte Fernando
Fernán Gómez, justo debajo de los “bucólicos” Jardines del Descubrimiento. Mejor
paseen por los bulevares de Recoletos, que aunque también se encontraran coches
a diestro y siniestro (ya me vale utilizar estos términos) a pocos pasos entre
tanto vehículo podrán atisbar la Biblioteca Nacional y a su espalda el Museo
Arqueológico, también Nacional, por supuesto, no olviden ustedes que estamos en
la Plaza de Colón y de lo nacional hay que hacer bandera, y para que la vean
bien, allí hay una bien grande, qué no sé si libre. Y si se fijan con atención, a unos pasos de la plaza también pueden encontrar, entre sombras, una escultura dedicada a
Valle-Inclán.
Para
finalizar y sin entrar en polémicas sobre ¿nuestro? ilustre descubridor y lo
que conllevó su descubrimiento, les dejo aquí una frase del escritor uruguayo
Eduardo Galeano: “Vinieron. Ellos tenían la Biblia
y nosotros teníamos la tierra. Y nos dijeron: "Cierren los ojos y
recen". Y cuando abrimos los ojos, ellos tenían la tierra y nosotros teníamos
la Biblia”.
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